El tormento del día de la mujer.
Martita, así es como le llaman cariñosamente a doña Martha, la que vive en una pequeña casa bien cuidada en la esquina de un poblado, ella cuenta que el día de las madres o por el día de la mujer recibe a todos sus hijos e hijas todos los años.
Algunos viajan de tan lejos para verla, por ejemplo el mayor viene desde España con muchos regalos, el menor viaja desde Guayaquil, sus dos hijas que viven en los Estados Unidos, llegan dos días antes.
Lo cierto es que esos días son los más tormentosos para ella, puesto que de seguro llevaran gallinas criollas para que ella prepare ese rico caldo que tanto les gusta a los hijos, pero además sus yernos son muy amables en comprar un cerdo muy grande para que les prepare una deliciosa fritada, pues dice Martita que a ella no le preocupa mucho lo de las gallinas, pero con lo del cerdo, ella debe llamar a dos de sus vecinas para que le ayuden.
Como siempre sus hijas visitan a sus amigas y sus hijos se dedican a libar con los cuñados, y mientras doña Martha debe lidiar su día en la cocina, entre platos y ollas, además no debe descuidar a sus adorados nietos que recorren por la casa buscando que travesuras hacer o atendiendo los chismes que tienen cada uno, y con toda la bullaranga ella afirma que definitivamente no sale huyendo solo por verles feliz a sus visitas, quizás algún día se canse de eso, pero por lo pronto se siente feliz en su celebrado tormento.
Llegada la noche quizás sea propicio un merecido descanso, pero es imposible con la música a todo volumen, y de seguro le querrán hacer bailar a ella también, pues además de ello tendrá que cuidar mucho a sus hijos que no armen pelea o no tropiecen y se causen daño.
Por eso Martita dice que no se debe llamar el día de la mujer, sino el día de las esclavas, ya que pasa más tiempo en la cocina y cuidando hijos, aunque lo único que le alegra, es que son los días que puede ver a sus retoños.
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