Para automatizar una máquina, hay dos soluciones posibles:
La analógica.
La digital.
En el analógico, las informaciones presentan el valor de magnitudes físicas que varían de forma continua (entradas y salidas). Por ejemplo: temperatura y tensión eléctrica. Se miden con aparatos analógicos: termómetros, voltímetros, manómetros, etc.
En los digitales, las señales son de naturaleza discreta. Por ejemplo: un interruptor eléctrico que abre o cierra un circuito, dejando o no pasar la corriente (no importa el valor de la corriente).
Para transmitir una información digital es preciso adjudicar un valor a cada una de las dos posibilidades o estados en los que se puede presentar tal magnitud (un 1 lógico, si existe, y un 0 lógico, si no existe). Las máquinas automatizadas, en función de las señales recibidas, se clasifican en máquinas que trabajan en bucle abierto y máquinas que trabajan en bucle cerrado. En las de bucle abierto, una vez dada la señal de marcha, todas las operaciones se suceden hasta el final sin ninguna variación.
La figura 5 muestra una señal analógica y otra digital. La máquina es incapaz, por sí misma, de modificar sus parámetros, aunque le lleguen otras señales exteriores. En la figura 6 se puede ver un bucle de lazo abierto.
Las máquinas que trabajan en bucle cerrado actúan igual que las anteriores, salvo que cuando la máquina está realizando la secuencia, si le llegan señales exteriores, se contrarrestan con las programadas y rectifican los parámetros de la misma para obtener el fin perseguido.
Una máquina que trabaja en bucle abierto puede ser un torno automático que, programado previamente, fabrica piezas continuamente. Una rectificadora trabaja en bucle cerrado, puesto que, cuando la muela sufre un desgaste según la dureza del material, se auto- corrige y deja las piezas a la medida programada. En la figura 7 se ve el principio de bucle cerrado.