arte

Cultura Valdivia, historia, lugar de origen.


VALDIVIA

Valdivia es la cultura cerámica más antigua del continente.
Parece haberse extendido por las costas de Guayas y Manabí y por cuencas de los ríos de Guayas, Los Ríos y Manabí, y la isla Puná.
Varios arqueólogos habían hecho ya hallazgos cerca de Valdivia, pequeño caserío de agricultores en las playas de la provincia del Guayas (ver el mapa); pero fue Emilio Estrada quien emprendió un estudio sistemático de la cultura que tantos hallazgos, algunos fortuitos, revelaban.
Las piezas de cerámica halladas en Valdivia tenían un curioso parecido en su decoración y motivos artísticos con piezas de una cultura japonesa de la época más avanzada de la Edad de Piedra, llamada Jomón. Este parecido hizo pensar a Estrada en algún posible influjo. ¿Habían llegado, acaso, accidentalmente -arrastrados por vientos y corrientes marítimas- o hasta intencionalmente navegantes japoneses hasta costas ecuatorianas? Las fechas coincidían.
Hoy esta hipótesis está descartada; hay piezas Valdivia más antiguas que las de Jomón. Y la arqueóloga Hill ha mostrado que la cultura Valdivia llegó a esas formas por evolución propia, desde una primera cerámica un tanto tosca hasta los vasos y cántaros que se conocen como de Inciso Línea Fina, por el tipo de decoración.
Desde los comienzos los hombres de Valdivia trabajan su cerámica en dos formas básicas: jarras y cuencos. Y muy pronto se comienza a embellecer cada uno de estos artefactos de un modo especial.
Y en este empeño por embellecerlos se avanzará sostenidamente por más de un milenio.
En busca de esa belleza se creó una forma muy especial de pintura para la cerámica: el engobe rojo. Tratase de una pintura de óxido de hierro que se aplicaba a la pieza de barro antes de meterla en el horno. El resultado es un hermoso color rojo-sangre, brillante, que hasta hoy se mantiene intacto.
Sobre esa pintura se hacían, cada vez con mayor arte, dibujos geométricos o figuras muy estilizadas -rostros, por ejemplo- por el método del rayado por incisión. Se han contado más de cuarenta técnicas decorativas.
Entre 1800 y 1700 a.C. aparece en Valdivia una cerámica de especial refinamiento: decoración geométrica -triángulo, rectángulos, hexágonos, semicírculos-, textura de finas rayas incisas y pintura después de cocida la pieza en el horno. Pintura a tres colores: ocre amarillento de limonita, blanco (con una arcilla parecida al caolín) y rojo indio de hematita. Tal riqueza nueva de formas y colores procede, según Colliery Lathrap, del Amazonas. Cerámica muy parecida se ha hallado en Tutishcain – yo, en el Amazonas, y a lo largo del río Ucayali. Esta asimilación de formas decorativas extrañas nos prueba que en Valdivia, no solo se creaban formas artísticas, sino que también se acogían las más bellas que llegaban de fuera.
Otro aspecto de especial importancia en el arte de Valdivia son las figurillas. Porque -al decir de Lathrap- “la tradición de las figurillas… representa la primera aparición conocida de esta forma de expresión artística en el Nuevo mundo” («El Ecuador antiguo», 39). De las costas ecuatorianas salió esta tradición hacia América Central.
 Son pequeñas figuras humanas. Se comienza por tallarlas en piedra, a partir de piedras en estado natural, con forma de prismas, y poco a poco se va avanzando en el tallado de detalles antropomorfos: caras, piernas, sexo.
Muy tempranamente – por el 2300 o 2200 – se sustituye la piedra por el barro cocido, y ello permite a los artesanos diversificar sus formas de representación del cuerpo femenino y tentar soluciones artísticas. Se diversifican de modo especial los tocados: las pequeñas estatuitas, desnudas, a veces con sus atributos sexuales destacados, ostentan un gran peinado. Y hay decenas de formas diferentes de peinados, lo cual hace pensar en adorno personal que llegaba al capricho y al lujo. Por todo esto se ha llamado a estas figuritas “las Venus de Valdivia”.
Más que obras con finalidad artística -adorno, disfrute estético- estas pequeñas figuritas parecen haber sido objetos simbólicos, con valor de talismanes, idolillos o exvotos -de allí su cantidad-. Y del hecho de que representan figuras femeninas, pero tienen la forma del órgano sexual masculino (el tocado o masa de cabellos equivale al glande), se ha concluido
Sobre esa pintura se hacían, cada vez con mayor arte, dibujos geométricos o figuras muy estilizadas -rostros, por ejemplo- por el método del rayado por incisión. Se han contado más de cuarenta técnicas decorativas.
Entre 1800 y 1700 a.C. aparece en Valdivia una cerámica de especial refinamiento: decoración geométrica -triángulo, rectángulos, hexágonos, semicírculos-, textura de finas rayas incisas y pintura después de cocida la pieza en el horno. Pintura a tres colores: ocre amarillento de limonita, blanco (con una arcilla parecida al caolín) y rojo indio de hematita. Tal riqueza nueva de formas y colores procede, según Collier y Lathrap, del Amazonas. Cerámica muy parecida se ha hallado en Tutishcain- yo, en el Amazonas, y a lo largo del río Ucayali. Esta asimilación de formas decorativas extrañas nos prueba que en Valdivia, no solo se creaban formas artísticas, sino que también se acogían las más bellas que llegaban de fuera.
Otro aspecto de especial importancia en el arte de Valdivia son las figurillas. Porque -al decir de Lathrap-, “la tradición de las figurillas… representa la primera aparición conocida de esta forma de expresión artística en el Nuevo mundo” («El Ecuador antiguo», 39). De las costas ecuatorianas salió esta tradición hacia América Central.
Son pequeñas figuras humanas. Se comienza por tallarlas en piedra, a partir de piedras en estado natural, con forma de prismas, y poco a poco se va avanzando en el tallado de detalles antropomorfos: caras, piernas, sexo.
Muy tempranamente -por el 2300 o 2200- se sustituye la piedra por el barro cocido, y ello permite a los artesanos diversificar sus formas de representación del cuerpo femenino y tentar soluciones artísticas. Se diversifican de modo especial los tocados: las pequeñas estatuitas, desnudas, a veces con sus atributos sexuales destacados, ostentan un gran peinado. Y hay decenas de formas diferentes de peinados, lo cual hace pensar en adorno personal que llegaba al capricho y al lujo. Por todo esto se ha llamado a estas figuritas “las Venus de Valdivia”.
Más que obras con finalidad artística -adorno, disfrute estético- estas pequeñas figuritas parecen haber sido objetos simbólicos, con valor de talismanes, idolillos o exvotos -de allí su cantidad-. Y del hecho de que representan figuras femeninas, pero tienen la forma del órgano sexual masculino (el tocado o masa de cabellos equivale al glande), se ha concluido que debieron haber sido o símbolos o talismanes o idolillos propiciadores de fecundidad. Todo esto en nada se opone a su naturaleza de pequeñas obras de arte: el arte de estas horas primitivas de la humanidad está íntimamente ligado a lo mágico.

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